Bajo tierra, a mitad de camino entre dos luces artificiales. E
l lugar donde se descomponen los cuerpos cuando el alma aún no se ha ido.

miércoles, 19 de enero de 2011

Que sea otra..pero que sea...

Trescientos segundos.

   Después de unos meses en los que he descubierto que en menos de cinco minutos te puede cambiar la vida, necesito hacer balance de la situación que tanto mi madre como yo estamos viviendo desde que le abrieron las puertas de par en par a una clínica psiquiatrica. Cinco minutos es el tiempo que transcurrió desde que pregunté a mamá dónde había estado esa mañana hasta que ella me respondió enumerando las estaciones de la linea de Metro numero 1. Cinco minutos es lo que tardo desde mi casa hasta la primera estación de Metro que me lleva a su nueva residencia tras otros cinco minutos de transbordo si decido utilizar las escaleras mecánicas; cinco minutos necesitó mi último jefe para decirme que ya no me necesitaba como antes, ¿como cinco minutos antes? Cinco minutos de excusas varias para entender que mi pareja ha decidido dejarme. Cinco minutos es el tiempo que tardo en darme cuenta de que mi vida ha cambiado para siempre.
   Hago balance de la situación porque a nadie más parece importarle, porque nada me satisface, y porque empiezo a echar de menos el minuto previo a los cinco minutos de despues  ¿Qué ocurrió aquella mañana en la que mamá regresó a casa incapaz de recordar algo más que las estaciones de las líneas del Metro de Madrid? Si mi madre desconocía la existencia del transporte público condenada a una vida de lujo y superficialidades, ¿de dónde viene ese conocimiento acerca de la red subterránea que une un túnel con otro túnel? A lo largo de estas ocho semanas, mamá, sentada a los pies de la ventana de la clínica, ha ido variando de una línea a otra con la misma facilidad con la que antes cambiaba de bolso; últimamente empiezo a encontrar un doble sentido a la elección de la línea del Metro elegida para repasar verbalmente cada día con todas sus estaciones abordo y, esto supera cualquier expectativa respecto a una posible mejoría. Una mejoría que no necesariamente tiene que ser un regreso a aquella que fue ¡Qué sea otra! ¡Qué viaje en transporte subterraneo y recupere su tiempo perdido! pero que sea.
   En estos días en los que yo misma viajo en Metro para descubrir que vio ella que la sumió en ese estado de enajenación, tambien yo estoy cambiando. Poco a poco me voy alejando de mi anterior modo de entender el mundo y me voy sumergiendo en el universo de los otros, no sé si encontraré los cinco minutos que cambiaron la vida de mi madre pero sé que hallaré el modo de continuar la mia. Total, ¿qué son cinco minutos sino apenas trescientos segundos? El tiempo que tardo en beberme una cerveza.