Bajo tierra, a mitad de camino entre dos luces artificiales. E
l lugar donde se descomponen los cuerpos cuando el alma aún no se ha ido.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Un billete de 1ª clase para la linea 3

Mi madre no recuerda el nombre de sus hijos pero desde hace unos días, cada mañana, repasa en voz alta las estaciones de las líneas del Metro de Madrid; todas, una a una. Sabe que hay diez líneas, doscientas noventa y cuatro paradas y doscientos ochenta y cuatro kilómetros. A primera vista, nada ha cambiado en ella. Las mismas sortijas barrocas, el maquillaje ligero, su impecable estilismo y ese modo de caminar extremo. Rígida, altiva, intachable. Parece la misma mujer de siempre pero lo cierto es que es otra. Menos previsible, más alegre. Yo no dejo de pensar que la culpa la tienes tú.
Una mañana, hace algo menos de una semana, mamá llegó a casa más relajada de lo habitual; atravesó el salón con esa gracia que tanto le caracteriza, pasó delante de todos nosotros y se sentó en la silla del jardín sin decir una sola palabra. En aquel momento, no notamos nada extraño; tampoco lo fue su decisión de ignorar nuestra presencia. Una hora más tarde, permanecía sentada frente a su Camelia preferida, ni una orden, ni un sarcasmo, ni una mueca, nada. 
La primera en acercarme a ella fui yo. No en vano, soy la sola mujer de entre todos sus vástagos, la única que adivina cuándo mamá ha superado el límite, el suyo. Puse mi mano en su hombro y de inmediato me di cuenta de que se había deshecho de las hombreras. Me acerqué un poquito más para escuchar su respiración, tal y como ella hace con su madre. Fue en ese momento cuando se giró hacia mí con la misma condescendía con la que siempre lo había hecho y me dijo: Tetuán-Puente de Vallecas. Línea 1.
Esa misma tarde la ingresamos. 
Rápidamente mis hermanos se han desentendido de la situación. Lo han dejado todo en manos de Dios, como si Dios no se apeara todos los días en Tribunal. En cambio, yo conozco a mi madre y sé que no sólo, al menos no antes de aquel día, jamás había viajado en un vagón de Metro, sino que para ella, el transporte nunca fue público y las estaciones se miden entre aeropuertos. Hoy la he escuchado pedir a la enfermera que le atiende, un billete de primera clase para la línea 3, desde Moncloa hasta Villaverde Alto. Ha sido entonces cuando, más por curiosidad que por compasión, me he decidido a resolver esta locura.
Salgo de la clínica, pregunto por la boca de Metro más próxima, la boca que se ha tragado a mi madre, me digo. Llego, respiro hondo, bajo las escaleras, compro un billete y pido un plano de Metro. Calculo el camino para regresar a casa. Corro como los demás para no llamar la atención, hasta doy un saltito absurdo para que la puerta corredera del vagón no espachurre mi cola de caballo. Bajo la cabeza, me escondo entre tu axila descubierta y el recuerdo del primer olor de mi infancia. Te miro de reojo, pienso que estás triste porque crees haber comprendido lo que significa ser adulto, pienso que quizá por eso, te has vuelto inmune a tu propio olor. A mí no me agrada tu perfume pero entre las estaciones de Colon y Goya encuentro el aroma de unas gotitas de anís en el bajo de tu cuello. Nos detenemos. Me retiro para que puedas salir. Cierran las puertas, no te vuelves para mirarme. Me quedo pensando, ser adulto no significa darse cuenta que el mundo no es tal y como nos habían contando, significa que puedes re-inventarlo.
Gotas de anís. Entre tú y yo, tan solo un metro.

4 comentarios:

  1. querida serena me encanta ser la primera persona que comenta en tu blog.

    me ha gustado mucho el relato. Que toda la comunidad virtual pueda disfrutarte es maravilloso, pues los que te queremos bien sabemos de tu potencial.

    Enhorabuena por este paso tan importante!!!

    uummmmm.... se me ha quedado el olor a anís pegado, para cuando el próximo.....

    abrazote

    Csr
    *****

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  2. Serena,
    Un relato lleno de esencias e imagenes que me hacen recordar momentos de nuestra juventud.

    Bienvenida a la blogosfera. Por fin muchos podemos acceder de nuevo a tus palabras, que echaba de menos. Lástima ser la segunda. Cesar se me adelantó.

    Besos
    ✬✮✬✮✬

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  3. Humm...

    Debería empezar con un comentario sarcástico sobre el olor en el metro, pero con esa magia que tienes para hacer de la rutina un encanto, no puedo por menos de quedarme prendido de tus palabras recordando las poesías de las paredes de los vagones en lugar de las pintadas y los chicles pegados en los asientos...

    No volvamos al anís, por Diosssss

    Besos mil, Princesa

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  4. Hola preciosa :) deseando leer la continuación! Este es otro intento a ver si por fin lo consigo! Un beso graaaande y mucho amor.

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